El
dogma económico neoliberal y las políticas y estafas que promueve
Durante la
Edad Media hubo un dogma religioso que creía que la tierra era el centro del
universo, dogma que se repitió y reprodujo a base de reprimir la evidencia
científica que lo cuestionaba, mostrando la invalidez e insostenibilidad de los
pilares conceptuales que lo sustentaban. Toda una batería de clérigos y sacerdotes
–los intelectuales de aquel tiempo- promovían tal dogma, detrás del cual estaba
la Iglesia Católica, que consideraba que la Iglesia era el centro ideológico y
político de la Tierra, la cual era, a su vez, el centro del Universo. El tiempo
fue mostrando que los críticos llevaban razón, aunque la Iglesia, todavía hoy,
no ha pedido perdón a Galileo, el mayor pensador crítico de aquel dogma, que
fue brutalmente reprimido por atreverse a cuestionarlo.
Pues, por raro que parezca, estamos viendo una situación
semejante con la crisis actual, con la diferencia que ahora el dogma es
económico en lugar de religioso, los sacerdotes y propagandistas del dogma son
ahora los economistas del establishment, apoyados, promovidos y/o financiados
por la Iglesia actual, la banca y el sistema financiero que controlan la vida
política mediática, financiera y económica del país. El dogma es el dogma
neoliberal. Economistas como la mayoría de firmantes de documentos patrocinados
por Fedea (financiada por la banca y la gran patronal) así como economistas
“estrella” promovidos en los medios de mayor difusión del país (uno de ellos
tiene una hora semanal en la televisión pública catalana, TV3 -claramente
instrumentalizada por la coalición conservadora-neoliberal que gobierna Catalunya-,
llamada “lecciones de economía” que consiste en promocionar tal dogma
neoliberal) dominan las tertulias y los medios televisivos, radiofónicos y
escritos, que les ofrece el fórum para la presentación del dogma. Este dogma
consiste en creer que los problemas de la economía española derivan de tener un
gasto público excesivo (pues supuestamente nos gastamos más de lo que tenemos)
y unos salarios demasiado altos (consecuencia de tener unos sindicatos
excesivamente fuertes). De este dogma surgen unas políticas públicas que
consisten en recortar el gasto público, incluyendo el gasto público social, y
en hacer reformas laborales que tienen como objetivo reducir los salarios y
despedir más fácilmente a los trabajadores, debilitando a los sindicatos.
La evidencia de que este dogma es erróneo es
abrumadora. El gasto público, incluyendo el gasto público social, por habitante
es el más bajo de la Eurozona; el porcentaje de la población adulta que trabaja
en los servicios públicos del Estado del Bienestar (es decir, el empleo
público) es el más bajo de la Eurozona, y de los más bajos de la Unión Europea;
el Estado español tenía un superávit (no un déficit público) y una deuda
pública bajísima antes de que se iniciara la crisis en 2007; los salarios están
entre los más bajos de la Eurozona, con el salario mínimo más bajo de tal área
monetaria; y así un largo etcétera.
Es más, la aplicación de las políticas públicas
neoliberales durante estos años de crisis han sido un desastre (no hay otra
manera de definirlo). El desempleo ya alcanza el 24% (entre los jóvenes es un
50%), y la economía está en recesión. Y los países que han aplicado estas
políticas con mayor intensidad (los países periféricos de la Eurozona, Grecia,
Portugal, Irlanda y España) están todos ellos en recesión. ¿Qué mayor evidencia
desean de que tales políticas neoliberales están equivocadas? En realidad nunca
(repito,
nunca) un país en recesión (y estamos ya casi en una
Gran Depresión) ha salido de ella mediante la reducción de los salarios, del gasto
público y de la protección social. Es obvio que en un momento en que la
economía está paralizada debido al enorme endeudamiento de las familias y de
las medianas y pequeñas empresas, y de la ausencia de crédito, lo que se
requiere es una intervención del Estado para estimular la economía mediante la
expansión del gasto público a fin de crear empleo tanto en la infraestructura
física como social del país, a la vez que la activa participación del mismo
Estado en la provisión de crédito. Esto es lo que ha permitido sacar a los
países en recesión y/o depresión del bache económico en el que se encontraban.
De nuevo, como ocurría con el dogma religioso, en este dogma económico la
evidencia científica de que la política de recortes es profundamente errónea es
abrumadora, pese a lo cual –impermeables a esta evidencia y a los datos que
muestran su error- continúan aplicándose, atribuyéndose la recesión a que no se
ha recortado suficientemente el Estado del Bienestar, y a que los salarios
continúan demasiado altos.
Los
clérigos del nuevo dogma y la nueva Iglesia
Pero como ocurrió en el dogma religioso, este dogma
económico se propaga, promueve e impone porque sirve a unos intereses claros:
los intereses del capital financiero, aliado a la gran patronal. Han sido ellos
los que precisamente han creado esta enorme crisis a fin de poder llevar a cabo
tales políticas que les benefician significadamente. La Iglesia de ahora es la
Iglesia financiera aliada de la gran patronal, orientada a la exportación. Esta
última no requiere un consumo doméstico que la sostenga, pues el consumo toma
lugar en otros países. El Pacto Social, que significaba un entendimiento entre
el capital y el mundo del trabajo, se ha roto, puesto que el capital
hegemonizado por el capital financiero, es decir, la banca, se cree lo
suficientemente poderoso como para ignorar al mundo del trabajo. El consumo
doméstico de los productos producidos por la economía productiva (que requería
una demanda interna basada en buenos salarios, y un gasto público elevado) ya
no es necesario en una economía liderada por las exportaciones. Cuando el
supuesto motor de la economía es el sector exportador (tal como ocurre en
Alemania, por ejemplo) la importancia y necesidad del consumo doméstico se
diluye, e incluso desaparece. La gran patronal exportadora alemana ha impuesto
una congelación salarial, pues no necesita ya la demanda doméstica. Un tanto
igual está ocurriendo en España. La mejora de las exportaciones no está
repercutiendo en el nivel de consumo interior ni en la capacidad adquisitiva de
la mayoría de la población laboral. De ahí que los salarios continúen bajos y
ello a pesar del notable crecimiento de la productividad.
Este dogma, a pesar del enorme fracaso de sus
políticas, continúa reproduciéndose en los medios de mayor difusión (que al
estar profundamente endeudados a la banca) no permiten que artículos como éste
se publiquen en sus páginas. La evidencia de ello es también abrumadora (en una
conversación reciente con un periodista de uno de los mayores rotativos del
país, éste me lo reconocía con toda candidez. Su diario estaba muy endeudado y
publicar artículos como el que leía y que ustedes están leyendo les supondría
un riesgo añadido). De ahí que las voces críticas continúan siendo vetadas,
silenciadas o marginadas, presentándolas como extranjeras, “anglosajonas”,
voces que no entienden España, cuando no conspiradoras deseosas de cargarse el
euro.
Las medidas represivas de la nueva Iglesia: las
instrucciones del Banco Central Europeo y de la Comisión Europea
En realidad, el euro no está en peligro, en contra de
lo que se está indicando en los medios. Lo que ocurre es que se ha creado una
crisis (la recesión es resultado de la aplicación de las políticas
neoliberales) que permita imponer las medidas impopulares que desean imponer.
La mejor prueba de ello es mirar las condiciones que el Banco Central Europeo
(que no es un Banco Central, sino un lobby de la banca, y muy en especial de la
banca alemana) exige a los gobiernos, antes de comprar deuda pública española (que
es lo que en realidad debería hacer si fuera un Banco Central, que no lo es).
En una carta al Presidente del gobierno español anterior, exigió que impusiera
“un contrato laboral de carácter excepcional que contemple indemnizaciones
bajas por despido durante un espacio de tiempo limitado”, es decir, que se
permita despedir a los trabajadores fácilmente. Tal medida acaba de ser
aprobada ahora por las Cortes Españolas, permitiendo que las empresas que
emplean menos de 50 trabajadores (que son la inmensa mayoría de empresas en
España) puedan despedir sin indemnizaciones durante el primer año, reduciendo
considerablemente las indemnizaciones para empleados con mayores periodos de
contratación. Otra condición puesta por el BCE es el debilitamiento de los sindicatos,
diluyendo la validez de los convenios colectivos, eliminando la indexación
salarial.
Y a nivel de política fiscal, el BCE ha estado
exigiendo una reducción del gasto público, y en particular del gasto público
social, gestionado en su gran mayoría por las Comunidades Autónomas, que están
en una situación imposible debido, entre otras razones, a la gran escasez de
crédito, escasez que continúa a pesar de que la banca española ha recibido
ayudas equivalentes a un 10% del PIB, y el Banco Central Europeo ha prestado a
unos intereses bajísimos (1%) un billón (sí, un billón) de euros a los bancos
europeos, préstamo del cual, la banca española y la italiana recibieron 500.000
millones de euros.
Estas políticas, que el gobierno Rajoy ha hecho suyas,
ya han sido aplicadas en Grecia, con los resultados que todos conocemos. De
nuevo, la evidencia que muestra su negatividad es sólida y robusta. Ahora bien,
siendo su impacto dañino para el bienestar de la gran mayoría de la población,
no quiere ello decir que no beneficien a sectores como la gran banca y la gran
patronal que están consiguiendo lo que siempre han deseado, y lo están
consiguiendo con sus aliados en el BCE, en la Comisión Europea, en el gobierno
alemán (portavoz de la gran banca alemana y de las grandes empresas
exportadoras), y, como no, por los llamados economistas “estrella” que
continúan promoviendo el dogma neoliberal.
Vicenç
Navarro
Es
catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de
Public Policy. The Johns Hopkins University