lunes, 25 de abril de 2011

LA CLASE TRABAJADORA EN ESPAÑA.



Este artículo muestra datos del informe del prestigioso Economic Policy Institute de Washington (sobre la situación de la población laboral de los países de la OCDE de semejante desarrollo económico) que cuestionan la sabiduría económica convencional existente en España sobre la situación de la clase trabajadora en nuestro país. Los salarios en España son más bajos de los que les correspondería por el nivel de productividad de la fuerza laboral. El informe también señala que el estado español es de los menos redistributivos (incluso menos que Estados Unidos) de los existentes en la OCDE.
El Economic Policy Institute de Washington, uno de los centros de investigación económica más conocidos y prestigiosos de EEUU, publica cada dos años un informe sobre la situación de la población trabajadora en EEUU (The State of Working America) que es una referencia muy utilizada –incluso por el Congreso de EEUU– por su documentación exhaustiva sobre el mundo del trabajo en aquel país. Incluye también información sobre las condiciones laborales en la mayoría de países de la OCDE de semejante nivel de desarrollo económico, presentando datos y gráficos que son de una gran utilidad para los estudiosos del mundo laboral en los países con mayor nivel de desarrollo económico.
En su último informe, publicado hace sólo unas semanas, hay datos económicos y sociales que cuestionan claramente los datos que constantemente se utilizan en los centros que reproducen la sabiduría convencional de España. Así, en el capítulo sobre horas anuales de trabajo por trabajador, España (presentado frecuentemente como un país de gran laxitud e indisciplina laboral) aparece como uno de los países en los que los trabajadores trabajan más horas al año. Concretamente 1.654 horas, muy por encima del promedio de los países de la OCDE, 1.628 horas.
Otra sorpresa es el indicador que contradice otro elemento de la sabiduría convencional que habla constantemente del escaso crecimiento de la productividad como causa de la escasa recuperación económica española. El informe señala que el crecimiento de la productividad en España durante el periodo 2007-2009 fue el mayor (5,4%) de los países de la OCDE, cuyo promedio fue de 1,1%. El de Estados Unidos fue menor que el de España, un 4%, lo que contrasta con la mayoría de países de la OCDE, que sufrieron un descenso de su productividad. España fue también el país que destruyó más empleo, con una tasa negativa de producción de empleo (-7,2%).
Otro dato interesante es el nivel de productividad, dato diferente al del crecimiento de la productividad. De nuevo, las cifras contradicen la visión promovida por conservadores y neoliberales que constantemente se refieren a España como un país con muy baja productividad. El informe señala que la productividad española está por encima no sólo de Grecia, Portugal e Italia, sino también de Japón y Nueva Zelanda.
Es también interesante analizar los salarios. España tiene los más bajos de la OCDE (junto con Grecia y Portugal). Su compensación salarial por hora en la manufactura (cuyos trabajadores son los mejor pagados en cualquier país) es sólo el 85% del de EEUU. La mayoría de los países de la UE-15 están muy por encima de EEUU (Dinamarca 172%, Suecia 147%, Noruega 197%, Alemania 153% o Austria 144%). Tales datos muestran que no pueden justificarse los bajos salarios de España recurriendo al argumento de una supuesta baja productividad.
En realidad, España no está a la cola de la productividad de la OCDE. Sí que está, en cambio, a la cola de los salarios. En realidad, el nivel salarial responde más a causas políticas que a causas económicas. Así, la variable que tiene un gran poder determinante del nivel salarial (y también, por cierto, de la actividad redistribuidora del Estado) es el poder sindical. A mayor poder sindical, mayores salarios, menores desigualdades y mayor productividad.
Otro dato de gran interés es que, en el análisis del sector público, el informe señala que España es uno de los estados menos redistributivos. El indicador que el informe utiliza para medir la capacidad redistributiva del Estado es el porcentaje de la población en situación de pobreza antes y después de las intervenciones del Estado. El Estado, a través de impuestos, por un lado, y las transferencias públicas, por el otro, afecta a la distribución de la renta de un país. Pues bien, España es uno de los países donde el Estado tiene menos impacto en la reducción de la pobreza. Esta pasa de ser el 17,6% de la población, antes de que intervenga el Estado, a un 14,1%, sólo 3,5 puntos menos. En la gran mayoría de países, la reducción es mucho mayor. EEUU, uno de los países con mayores desigualdades, reduce la pobreza 9,2 puntos, más del doble que España. Y si vamos a países de tradición socialdemócrata como Suecia, vemos que la reducción de la pobreza es de 21,4 puntos. España, repito, sólo 3,5 puntos. Esto quiere decir que los impuestos son muy regresivos y las transferencias públicas muy escasas.
Los países nórdicos, junto con Francia, son los más redistributivos. España, junto con Holanda, Japón y EEUU, son los menos redistributivos. Es interesante señalar que los países más redistributivos (Suecia, Noruega, Dinamarca) están por encima del promedio de productividad de la OCDE.
Noruega es el país del mundo con mayor productividad, y también uno en los que su Estado tiene mayor impacto redistributivo. Esto cuestiona el dogma neoliberal según el cual la eficiencia económica requiere inequidad.
Lo que también llama la atención son los datos sobre igualdad de oportunidades medida por la tasa de movilidad vertical (de padres a hijos) entre generaciones. España, junto con Italia, Irlanda y EEUU, es uno de los países que tiene menos movilidad social. El sistema educativo tiene escaso impacto en igualar las oportunidades de las distintas generaciones. Esto está relacionado con el sistema educativo dual con las clases pudientes enviando sus hijos a la escuela privada, y las clases trabajadoras y medias enviando sus hijos a la escuela pública. En estos países, los hijos de la clase trabajadora lo tienen más difícil para alcanzar niveles de clases de renta superior. Y ahí termina la fotografía (no muy halagadora) de la situación de la clase trabajadora en España.

Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario PÚBLICO, 21 de abril de 2011

sábado, 2 de abril de 2011

CHOMSKY -10 EXTRATEGIAS MANIPULACION MEDIATICA


El lingüista estadounidense Noam Chomsky, célebre por su militancia política progresista, elaboró una lista de las “10 estrategias de manipulación” a través de los medios. Prescindiendo de las consideraciones ideológicas que Chomsky agrega, las fórmulas de manipulación que sintetiza son, en líneas generales,en forma alternativa y a veces simultánea.

1- La estrategia de la distracción.

El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. “Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

2- Crear problemas, después ofrecer soluciones.

Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.

3- La estrategia de la gradualidad.

Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.

4- La estrategia de diferir.

Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.

5- Dirigirse al público como criaturas de poca edad.

La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

6- Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión.

Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…

7- Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad.

Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

8- Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad.

Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…

9- Reforzar la autoculpabilidad.

Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. ¡Y, sin acción, no hay revolución!

10- Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen.

En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.